Tarde lluviosa de
otoño fue cuando todo ocurrió.
Los automóviles
circulaban a toda velocidad, casi temiendo que unas pequeñas gotas de agua
pudieran corroer el metal duro y frío.
Yo caminaba sin prisa,
solo con la capucha de mi sudadera para protegerme. No me molesta la lluvia en
absoluto, incluso es algo relajante para mí.
De pronto sentí
unos pasos detrás. Parecía un andar delicado y tan pausado como el mío. Una mujer,
sin duda.
La curiosidad fue
más grande que el sentido común y repentinamente detuve mis pasos. Una esperanza
desconocida surgió desde mi estómago hasta mi pecho y en menos de un minuto
formé toda una escena de película:
La mujer se
detiene, me volteo lentamente, nos miramos durante mucho tiempo, sus labios
rojos se abren lentamente y pronuncian “te he estado esperando”; la sorpresa se
refleja en mis ojos, damos un paso al mismo tiempo y es cuando viene el típico
beso de cuento de hadas que a cualquiera dejaría sin respiración.
“¿Pero qué
tonterías dices José?” me reproché mentalmente. La mujer no sabe que existo, es
imposible que ella… y tarde me doy cuenta que sus pasos chiquitos se había
detenido junto con los míos.
Con la esperanza
renovada di la vuelta enseguida. En efecto, mi escena de película se estaba
haciendo realidad…
Nos miramos lo que
parecieron horas, sus labios se abrieron –y sí, eran rojos-, pronunció lenta y
pausadamente… “¿esta es la avenida Soledad?”.
Mi corazón dio un
vuelco, salió de mi pecho y cayó a mis pies. Observé como su constante bombeo
se ralentizaba.
Con un susurro
respondía a la mujer, que muy sonriente me dio las gracias. Los pasitos
siguieron andando hacia el Norte. Mis pies patearon mi corazón hacia el Sur.
Leonid Afremov
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¡Hola!
Escrito hecho en mi clase de Perfil Humanista el año pasado, ni idea de que día xD
La maestra nos mostró la imagen de arriba y teníamos que escribir algo.
¡Nos leemos!
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